Rayas el viento con uno de tus suspiros, enamorándolo; y crees que no te siente, pero al llorar, él se hace remolino. Complicando todo y desmoronando las montañas de polvo que tanto le costó al tiempo formar. Y sonríes y aparece de nuevo danzando con las hojas olvidadas, con el pasto melenudo, con la risa.
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