"Una casa sin libros es una hombre sin alma"

"Una casa sin libros es una hombre sin alma"

lunes, 23 de mayo de 2011

Diálogo de un caballero medieval.

¡Oh Santísimo señor Jesucristo! Tú que sufriste los dolores más fuertes en la Santa Cruz, hazme fuerte a mí ante tal situación. El dolor que he vivido en todas las batallas no tiene comparación con la tristeza que se apodera de mis sentidos y me ata al incesante llanto. Un día al emprender mi viaje, caí preso del amor, de un enamoramiento sin igual, de entre los bosques, en las orillas de un río cristalino cercano al reino rico y poderoso que protejo, quedé flechado por unos ojos brillantes como el resplandecer del sol en los días de verano, una piel de color de los más dulces duraznos que se cosechan en los mejores campos, unos cabellos largos y negros que se columpiaban con el compás de su andar y un cuerpo delgado entallado en un vestido elegante y fino, digno de su portadora.
En ese momento te di las gracias Dios por permitirme verla y te rogué y ruego que me tengáis por único caballero para mi amada. Clavada tengo una mirada de aquella que os cuento, una mirada que admiraba el viaje del río, el nadar de los peces, el viento libre y la yerba danzante.  Sus pasos tranquilos no advertían mi presencia por haber estado entre la maleza. Y sus labios se abrieron y ni el canto de los más virtuosos canarios y mirlos pudieran acercársele a la bella voz que mis oídos se jactaron de escuchar.
¡No soy digno! ¡Mi amor no es correspondido! por no ser el dueño de la opulencia del reino, por no ser del linaje más puro y noble, por no ser su esposo, mi señor el Rey. Varias noches como esta donde se escuchan los sonidos de los grillos y se observa el claro de la luna, he pasado sin descanso alguno sin poder olvidar que a pesar de la indiferencia de mi amada mi amor  y mi deseo de poder obtener el suyo no termina de crecer. El amor es lo que impulsa a mi corazón y hoy en esta madrugada lo inclina al dolor, a un pesar más duro y largo que los viajes que han recorrido mi espada y mi armadura.
¡Señor! Libérame de esta tortura y dame el mejor consuelo y muéstrame una prueba de ello haciéndome merecedor de un beso de ella, de una caricia de sus labios rojos como el vino, porque mi corazón palpita con bríos de gritarle mis pesares a la noche que me esconde, solo, sufriendo por la necesidad de un amor que me hace perder la razón.
¡Padre omnipotente! Si yo pudiera recluir mi corazón tras el muro de mi voluntad, olvidaría en el silencio todo lo que en este instante me veo obligado a deciros, porque el amor no atiende al linaje, y el dardo de su amor me ha herido y ya no puedo ocultarlo, el remedio a mi dolor es ella. ¡No puedo apartarme de mi propósito de conseguir su amor!

1 comentario:

  1. esta chingon el blog!!! deveras!! tiene una gran elocuencia!! me gusta el blog!! :D

    ResponderEliminar